MOTTO

Así que: “…se adquiere un campo, un pedazo de tierra, se da la vuelta a ese pedazo de tierra, en ese primer recorrido del nuevo pedazo de tierra no se lleva a nadie, se protege uno, sigue su camino, se traza un pequeño círculo, destruir, extinguirlo todo, hacer que no haya sucedido, a los curiosos su propia saliva en el rostro, nada de comunicaciones, nada de descubrimientos: éstos se hacen para comunicarlos: se ha llegado a un punto en que ya no se tienen puntos de referencia para trazar los límites: se levanta un alto muro, se construye cada vez más alto, se acelera el muro, se sacrifica casi todo por la construcción de ese muro, finalmente se sacrifica uno mismo, la idea; el muro se ha hecho tan alto que no se puede tener ya ninguna relación,…”...

Thomas Bernhard, In der Höhe. Rettungsversuch, Unsinn, 1959 (Sáenz, 1992).

4.1.11

Comunión, Empatía: Tres días: Tercer día.

...Tercer día
Sí, el trato con la filosofía, con lo escrito, es el más peligroso… especialmente para mí… Con frecuencia doy vueltas alrededor  durante horas, días o semanas… No quiero el contacto, no quiero nada de todo eso.
Por otra parte, es un hecho que precisamente los autores que son para mí los más importantes son mis mayores adversarios o enemigos. Es una posición defensiva incesante precisamente contra aquellos a los que uno se ha entregado sin reservas. Y yo me he entregado a Musil, Pavese, Ezra Pound… no se trata de poesía, sino de prosa absoluta.
Son sencillamente frases, un paisaje que se construye con algunas palabras en el diario de Pavese, un esbozo de Lermontov, naturalmente Dostoyevski, Turgueniev, en el fondo todos los rusos… Los franceses, salvo Valéry, nunca me han interesado… De Valéry, Monsieur Teste… un ejemplar totalmente estropeado a fuerza de leerlo, y siempre tengo que volver a comprármelo, porque una y otra vez se ha estropeado, releído, desgastado… Henry James, una continua posición defensiva. Es una hostilidad acérrima… y siempre cambia… La mayoría de las veces se encuentra uno ridículo ante esa gente, pero entonces no se puede trabajar… Sin embargo, poco a poco se adquiere poder, también sobre los muy grandes… y se los puede aplastar… Se puede uno alzar sobre Virginia Woolf o sobre Forster, y entonces tengo que escribir. Y la comparación es el arte que hay que tratar de dominar. Es la única escuela que tiene sentido y que lo lleva a uno más lejos y adelante. No debe haber nada entero, hay que trocearlo. Algo logrado, hermoso, se vuelve cada vez más sospechoso. Hay que interrumpir también un camino en lo posible en un lugar imprevisto… Por eso es también un error escribir realmente hasta el final en un libro lo que se llama un capítulo. Y el mayor de los errores es que un autor escriba un libro hasta el final. Y en el trato con la gente es también buena cosa interrumpir de pronto una relación.
La melancolía es un estado muy hermoso. Me entrego a ella muy fácilmente y de muy buena gana. Menos o no en absoluto en el campo, pero enseguida en la ciudad… Para mí no hay lugar más hermoso que Viena y la melancolía que siento y siempre he sentido en esa ciudad… Son la gente que conozco allí desde hace veinte años las que son melancolía… Son las calles de Viena. Es la atmósfera de esa ciudad, la ciudad de mis estudios naturalmente. Son las frases siempre iguales que me dice la gente allí, probablemente las misma que yo digo a esa gente, una condición maravillosa para la melancolía. Se sienta uno en alguna parte en algún parque, durante horas, en un café, durante horas… melancolía. Son los jóvenes escritores de otros tiempos, que no son ya tan jóvenes. de pronto se ve que ése no es ya joven, se hace pasar por joven… probablemente como yo me hago pasar por joven, aunque ya no soy joven. Y eso se acentúa con el tiempo, pero resulta muy bonito.
Me gusta mucho ir a los cementerios de Viena, muy cerca de mí al cementerio de Döbling o en Neustift am Walde al cementerio, y me alegro ya pensando en las inscripciones que conozco de antes, en los nombres. Melancolía cuando se entra en una tienda: la misma vendedora que hace veinte años se movía de una forma increíblemente rápida, es ahora muy lenta. Llena lentamente el saco de azúcar. Es un movimiento totalmente distinto el de coger el dinero, empujar el cajón d la caja… La campanilla de la puerta tiene el mismo sonido, pero es melancolía. Y ese estado puede durar semanas. Y pienso que quizá la melancolía es el remedio ideal o el único útil para mí, tomar continuamente melancolía en pastillas…
 Es siempre el diálogo con mi hermano, diálogo que no existe, el diálogo con mi madre, que no existe. Es el diálogo con mi padre, que tampoco existe. Es el diálogo con el pasado que no existe y con un pasado que no existe ya y que nunca existirá. Es el diálogo con grandes frases que no existen. Es la conversación con una Naturaleza que no existe, el trato con conceptos que no son conceptos, que no pueden ser conceptos. El trato con la falta de conceptos, la obstinación de los conceptos. Es el trato con un material que es sin cesar incompleto. El diálogo con una materia que no responde. El silencio absoluto que lo hecha todo a perder, la desesperación absoluta de la que no se puede salir ya. Es la contraposición imaginaria que uno se ha creado sólo para poder imaginársela. Es el intento de tocar objetos que se disuelven en el momento en que se cree haberlos tocado.  Es el trato con realidades que resultan ser errores. Es el intento de superar un tiempo que nunca ha existido. Es siempre la misma imaginación orientada a una idea que, como es natural, tiene que revelarse falsa. Es la identificación con cosas que han surgido de frases, sin saber nada de las cosas ni de las frases, y una y otra vez no se sabe absolutamente nada. Es lo cotidiano, de lo que hay que distanciarse. Habría que salir de todo, no cerrar la puerta detrás de sí, sino dar un portazo y salir. Y todo debería desaparecer siempre cada vez más de uno, por sí mismo y en silencio. Se debería ir de una oscuridad, para dominar la cual una vida es imposible, se ha hecho en definitiva totalmente imposible, a otra, la segunda, la oscuridad definitiva que uno tiene adelante y alcanzarla lo más rápidamente posible y sin rodeos, alcanzarla sin argucias filosóficas, sencillamente entrar en ella… y posiblemente anticipar esa oscuridad cerrando los ojos, sin volver a abrirlos hasta tener la certeza de estar absolutamente en la oscuridad, en la definitiva.”


Thomas Bernhard - Drei Tage – 1970 (Sáenz,)